NIMBY y NOPE: Desde los conflictos socioambientales locales a la globalidad de la problemática ambiental

Por Carla Ávila R.

El desarrollo de grandes inversiones en infraestructura como una minera, una central hidroeléctrica, una carretera de alta velocidad o un relleno sanitario, son el origen, históricamente, de movimientos sociales en contra de los promotores de estos proyectos. Estas movilizaciones, de orden local, pero observadas en todo el planeta, constituyen un fenómeno que ha sido denominada como NIMBY, por sus siglas en inglés, Not in my backyard o, en español, No en mi patrio trasero.

La explicación de estos movimientos es lógica, una comunidad siente que su calidad de vida, sus tradiciones, su territorio y la proyección de sus anhelos y sueños sobre este, se pueden ver afectados, en menor o mayor medida, por la irrupción de mega estructuras. La intensidad de esta manifestación puede variar por diferentes factores, pero en general tiende a ser mayor cuando esa comunidad siente que la distribución de las cargas y beneficios ambientales ha sido dispar en el tiempo, inclinando la balanza de manera negativa en su contra.

Innumerables ejemplos de NIMBY se han observado y estudiado en Chile y el resto del mundo. Quintero y Puchuncaví, reconocido como zona de sacrificio; proyectos mineros como Dominga, en la comuna de La Higuera en la Región de Coquimbo; el Mall Barón en Valparaíso, demostrando que este fenómeno también afecta a las grandes urbes.

En los últimos veinte años, esta tendencia geográfica específica de los conflictos socioambientales ha comenzado a incluir una lectura global: “pasamos de problemas locales, tangibles e inmediatos a problemas lejanos, intangibles y a largo plazo (como la reducción de la capa de ozono y el cambio climático)” (CISS-Unesco, 2013). Este enfoque se llama NOPE, Not on planet Earth, que significa No en el planeta Tierra. Los riesgos asociados a estas problemáticas macro son divulgados a pequeña y gran escala, cobrando importancia conceptos como la comunicación ambiental, de riesgo y de crisis.

Una vez más, se pueden citar aquí múltiples ejemplos y experiencias. Acciones globales como los grandes foros internacionales auspiciados por organismos de orden mundial; Acuerdo de París, macro políticas en la Unión Europea tendientes a la Economía Circular, entre otras.

Cabe destacar las bajadas de estas mega gobernanzas a espacios específicos, como por ejemplo el proyecto Comunidades Mediterráneas Sostenibles, promovido por el Ministerio del Medio Ambiente (MMA), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y Fondo Mundial para el Medio Ambiente (FMAM o GEF); y desarrollado en Chile desde 2015 a la fecha, que pretende “instalar un proceso participativo que promueva el uso sostenible de la tierra y de los servicios del ecosistema por parte de las comunidades en la Ecorregión Mediterránea”, fomentando la resiliencia o adaptación de los grupos participantes y sus territorios al cambio climático por medio de acciones definidas en un proceso de autoconocimiento y autodeterminación.

NIMBY y NOPE coexisten. NIMBY y NOPE son dos caras de una misma moneda que se retroalimentan. Los actores o partes interesadas recurren, en ambos casos, a la comunicación, al diálogo y la participación directa, presencial o mediada por tecnologías (como se ha visto en tiempos de pandemia). Más que nunca la frase “pensar global y actuar local” cobra sentido. Más que nunca la comunicación pasa a tener un rol preponderante con el objeto de “… fomentar percepciones, comportamientos y políticas protectoras del medio ambiente” (Kane, O. (2019). La comunicación medioambiental).

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